Por Lázaro López León
Antes del dos de noviembre, se celebra la comunión de todos los santos, se tiene como primer dato a esta fiesta, una carta que la comunidad de Esmirna (Turquía) escribió a la Iglesia de Filomenio, en el año 156 por la muerte del obispo Policarpo, en la que se puede deducir su vida y la de los mártires en general, así como su culto el día del martirio con la santa misa.
Poco a poco las comunidades cristianas comenzaron a respetar a los mártires con erigir sus estatuas y lugares especiales para su veneración. Así mismo las vidas de estos santos comenzaron a escribirse en libros llamados martirologios y posteriormente fueron compilados en el martirologio romano.
Pero, para determinar cuando se es santo, la Iglesia determinó ciertas medidas de investigación, para evitar errores y así se llegar a la certeza de que al estudiar la vida de los que fueron mártires sea autentica.
Después de la celebración de todos los santos, (el uno de noviembre), se realiza el culto a los fieles difuntos. Particularmente, en México se tiene registrado que en la cultura mexica, se creía que los muertos llegaban a “mictlán”, que significa “residencia de los muertos”, para buscar su purificación y así transformarse en colibríes; esto sucedía cada primera noche de luna llena, en noviembre, visitaban a sus difuntos, depositándoles las comidas favoritas, pues creían que ese día regresaban para visitarlos y para celebrar el término de la cosecha de maíz.
Con la llegada de los españoles, las órdenes religiosas o clero regular (franciscanos, dominicos…), aprovecharon esta costumbre para incluirlo en la evangelización aportando motivos e ideas cristianas.
Por ejemplo, las oraciones de los mexicas que eran dirigidas a los dioses fueron cambiadas para dirigirlas a un solo Dios; la creencia sobre el “mictlán” se cambia por el cielo, el purgatorio o el infierno de acuerdo a la conducta del ser humano; la transformación por la que creían los mexicas fue cambiado por la resurrección de los muertos el día ultimo de todos los tiempos; continuaron con ponerles la comida y los objetos que les gustaban para recordarlos, pero cambiando las calaveras que hacían los mexicas de barro o de piedra por las de azúcar como símbolo de la dulzura de la muerte y no de sufrimiento; los mexicas realizaban con flores de cempazuchitl un camino donde sus fallecidos podían regresar a “mictlán”, cuando visitaban a sus parientes vivos, los misioneros cambiaron su interpretación dirigiendo el camino hacia una imagen de Cristo.
Este evento es parte de nuestra cultura mexicana, aclarando que no es el Halloween, ya que es un buen momento que representa la unidad mexicana, sobre todo familiar, al recordar a nuestros familiares y amigos ya fallecidos, creo que tenemos conciencia de ello, pues es denigrante celebrar el Halloween (noche de brujas) que proviene de los celtas y llevada a los Estados Unidos por los irlandeses, que, este ha logrado su difusión, principalmente en México, celebrando con disfraces de bestias y bailando como una fiesta alusiva en lo burlo de la vida y a la muerte.
Por eso te invito a que junto guardemos, no solo este mes de noviembre, sino por siempre, el verdadero culto a los fieles que algún día estuvieron acompañándonos en esta vida.